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10/12/2020
Temática: Educación - Medio: ABC
¿Por qué me hablas así si sabes que te quiero?

La adolescencia es una etapa de la vida en el que confluyen muchos factores que hacen que la comunicación con los hijos sea algo más complicada de lo que los padres podían imaginar. Unas veces porque se encierran en «su mundo», la mayoría de las veces enganchados a las redes sociales o se refugian en sus amistades, lo que hace que el vínculo con los progenitores sea menor. O, todo lo contrario, cuando se produce ese contacto directo familiar todo se resume a tensas conversaciones, discusiones y gritos.
Según Toni García, profesor de Primaria y autor de «La educación de las fortalezas: manual práctico con casos reales», las manipulaciones emocionales de los hijos hacia sus padres son muy habituales, lo de hacen de manera casi innata, «por lo que los padres no deben sentirse mal si alguna vez también manipulan en este sentido a sus hijos». Y se explica: «Si en medio de una acalorada discusión debido a que el niño, por ejemplo, quiere llegar a las once de la noche a casa y, ante la negativa, se pone furioso y con agresividad verbal, es muy soprendente el efecto que produce en él decirle "¿por qué me hablas así si sabes que te quiero?". De inmediato se le desarma. Si no se calma rápidamente y reacciona de forma más pausada y conciliadora, el mensaje calará en su memoria para próximas ocasiones».
Explica este docente que el efecto es como el de una vacuna. «El pinchazo —el mensaje— puede doler al principio, incluso fastidiarle, pero a medio y largo plazo el mensaje quedará anclado en su memoria y lo pensará dos veces antes de entrar de nuevo en conflictos con sus padres».
No obstante, para poner en funcionamiento esta frase hay que tener en cuenta que:
—En la mayoría de las ocasiones, los niños muestran su rabia de manera verbal hacia nosotros, pero muchas veces no porque estés directamente enfadados con nosotros, sino que lo están consigo mismos o porque no pueden lograr sus caprichos y los padres son su obstáculo.
—No se les puede decir si previamente hemos sido nosotros los que les hemos gritado. «Es inútil decirles "¡no me grites!" si les estamos gritando», puntualiza este Toni García.
08/12/2020
Temática: Educación - Medio: ABC
Los 7 principios básicos que no debes olvidar para educar a tus hijos

Educar en emociones es una de las máximas tanto de padres como educadores. Pero no siempre es fácil y para ayudar en esta árdua tarea, Toni García, profesor de Educación Infantil y autor de «La Educación de las fortalezas», enumera siete principios básicos para que no caer en el fracaso.
La escucha es, según este docente, otra de las claves, por lo que es necesario saber de la persona a la que educamos cuáles son sus intereses, inquietudes, sueños, miedos, frustraciones... Las prisas, el estrés, el trabajo... puede jugarnos una mala pasada y «hacernos olvidar que los más pequeños y jóvenes también tienen una opinión y ganas de expresar lo que sienten, de participar en lo que se habla...».
También destaca la importancia de reforzar las virtudes «porque los padres y educadores, en la mayoría de las ocasiones, llaman la atención casi exclusivamente sobre los errores que comenten los niños. Si no podemos valorar lo bien que ha hecho un examen de matemáticas, seguro que podemos decirle lo que ha mejorado la letra, lo mucho que se ha esforzado, lo bien que ha coloreado un dibujo, lo amable que es con los demás... A todos nos gusta que nos valoren, y eso nos predispone de manera inmediata a intentar mejorar, aunque solo sea por seguir agradando a quien lo valora».
En opinión de Toni García, «los hijos no están en la vida para agradarnos ni para ser como nosotros, sino para desarrollarse tal y como son». Por ello propone que «debemos comprender que sus intereses sean diferentes a los nuestros, que sus mejores habilidades no sean cognitivas, que piensen de forma diferente y crear un clima de confianza y seguridad. Debemos entender que comprender no es juzgar», matiza.
En quinto lugar propone buscar la autocrítica. Explica que los menores deben desarrollar la reflexión y la autocrítica para que ellos mismos puedan valorar sus actitudes y la de los demás de manera objetiva. Los padres y docentes debemos ofrecer a los niños las herramientas adecuadas para que aprendan a usarlas. A través de esta autocrítica estamos enseñando a nuestros hijos a decir "no" a la droga, al alcohol, a las apuestas, a la violencia...».
También considera muy importante crear un clima de seguridad para que puedan opinar libremente y equivorcarse. «El error es el inicio de cualquier aprendizaje. No podemos incidir todo el tiempo negativamente sobre el error, ya que ese tipo de situaciones conducen a la frustración, que es la gran barrera para seguir evolucionando».
Por último, pero no por ello menos importante, destaca la importancia de «ser ejemplo». Gran parte de los aprendizajes de los hijos se producen por imitación, «por eso es muy importante que seamos un buen ejemplo en el que nuestros menores puedan mirarse y copiar».
29/11/2020
Temática: Educación - Medio: ABC
Asúmelo, tu hijo no es ni el más listo ni el más guapo

Educar en emociones es una de las máximas tanto de padres como educadores. Pero no siempre es fácil y para ayudar en esta árdua tarea, Toni García, profesor de Educación Infantil y autor de «La Educación de las fortalezas», enumera siete principios básicos para que no caer en el fracaso.
La escucha es, según este docente, otra de las claves, por lo que es necesario saber de la persona a la que educamos cuáles son sus intereses, inquietudes, sueños, miedos, frustraciones... Las prisas, el estrés, el trabajo... puede jugarnos una mala pasada y «hacernos olvidar que los más pequeños y jóvenes también tienen una opinión y ganas de expresar lo que sienten, de participar en lo que se habla...».
También destaca la importancia de reforzar las virtudes «porque los padres y educadores, en la mayoría de las ocasiones, llaman la atención casi exclusivamente sobre los errores que comenten los niños. Si no podemos valorar lo bien que ha hecho un examen de matemáticas, seguro que podemos decirle lo que ha mejorado la letra, lo mucho que se ha esforzado, lo bien que ha coloreado un dibujo, lo amable que es con los demás... A todos nos gusta que nos valoren, y eso nos predispone de manera inmediata a intentar mejorar, aunque solo sea por seguir agradando a quien lo valora».
En opinión de Toni García, «los hijos no están en la vida para agradarnos ni para ser como nosotros, sino para desarrollarse tal y como son». Por ello propone que «debemos comprender que sus intereses sean diferentes a los nuestros, que sus mejores habilidades no sean cognitivas, que piensen de forma diferente y crear un clima de confianza y seguridad. Debemos entender que comprender no es juzgar», matiza.
En quinto lugar propone buscar la autocrítica. Explica que los menores deben desarrollar la reflexión y la autocrítica para que ellos mismos puedan valorar sus actitudes y la de los demás de manera objetiva. Los padres y docentes debemos ofrecer a los niños las herramientas adecuadas para que aprendan a usarlas. A través de esta autocrítica estamos enseñando a nuestros hijos a decir "no" a la droga, al alcohol, a las apuestas, a la violencia...».
También considera muy importante crear un clima de seguridad para que puedan opinar libremente y equivorcarse. «El error es el inicio de cualquier aprendizaje. No podemos incidir todo el tiempo negativamente sobre el error, ya que ese tipo de situaciones conducen a la frustración, que es la gran barrera para seguir evolucionando».
Por último, pero no por ello menos importante, destaca la importancia de «ser ejemplo». Gran parte de los aprendizajes de los hijos se producen por imitación, «por eso es muy importante que seamos un buen ejemplo en el que nuestros menores puedan mirarse y copiar».
24/11/2020
Temática: Educación - Medio: Fundación A3Media
¿Son importantes las emociones en el entorno educativo?

Toni García Arias es maestro de Educación Primaria en el CEIP Joaquín Carrión, en San Javier, Murcia, desde hace más de 20 años. A lo largo de su carrera profesional, Toni García ha dirigido diversos Proyectos de Innovación Educativa de gran éxito. Fue uno de nuestros expertos de la mesa de debate educativo de Grandes Profes.
Gracias a todo ello, ha recibido diferentes premios y distinciones, entre ellos, el Premio al Mejor Docente de España de Primaria de los Premios Educa 2018, la Mención de Honor en los Premios de Innovación Educativa de la CARM 2017 o la Mención Especial por su carrera profesional y cultural del Concello de Cabanas 2019.
Autor del libro ‘La Educación de las fortalezas’, Fundación ATRESMEDIA charla con el docente sobre esta obra y la importancia que tiene en los más jóvenes una correcta enseñanza y gestión de los sentimientos. Te dejamos la entrevista anterior con el docente sobre la gestión de los centros.
-¿Qué peso tiene la educación emocional en el proceso educativo de los niños?
Tener un equilibrio emocional adecuado y saber gestionar las emociones propias y controlar el impacto que nos producen las emociones de los otros, es fundamental para el éxito en cualquier ámbito de la vida. También en el ámbito educativo. La fortaleza emocional consigue vencer las adversidades. En ocasiones, tenemos en el aula a alumnos que tienen desequilibrios emocionales, falta de autoestima, falta de confianza, inseguridad, falta de motivación, falta de expectativas personales o de la propia familia y eso les impide avanzar desde el punto de vista educativo. Sin esas bases sólidas tan importantes para aprender, el proceso educativo del niño puede verse seriamente afectado. Por eso es tan importante educar emocionalmente a cada uno de nuestros alumnos en las fortalezas que posee para vencer así sus debilidades.
-¿Cree que se ha simplificado el concepto de educación emocional?
Absolutamente. En la actualidad se ha desvirtuado el concepto de educación emocional. Se ha simplificado hasta convertirlo en un ramillete de frases motivadoras que, en ocasiones, son más perjudiciales que beneficiosas. Por ejemplo, les decimos a los niños que pueden alcanzar todo lo que sueñen, pero no les decimos todo el esfuerzo y el sacrificio que conlleva alcanzar esos sueños. En este sentido, la educación emocional o la educación de las fortalezas es mucho más que lanzar simples mensajes positivos a los alumnos. A veces hay que adentrarse en territorios complejos o poner a la vista ante los alumnos aspectos de sí mismos que no son los recomendables y que les perjudican en su desarrollo personal sin ellos saberlo. En algunas de mis sesiones donde hablamos de emociones, algunos alumnos terminan llorando, ya sea por la intensidad de la sesión o por la catarsis que les produce la actividad, pero eso les fortalece personalmente.
-¿Le damos menos importancia de la que realmente tiene a la estabilidad emocional de los alumnos por parte de las familias y centros?
Hoy en día los alumnos tienen unas influencias externas enormes. Por lo general, nosotros teníamos una familia, un grupo de amigos y una televisión con cinco canales. Poco más. Hoy en día, la irrupción de las redes sociales y de internet ha cambiado completamente el modo en que se relacionan los menores, una forma de relacionarse que en muchas ocasiones no es la correcta. Por ejemplo, el acoso escolar se ha amplificado más allá de los centros educativos gracias a esas redes sociales. Por eso, tanto los centros como, sobre todo, las familias deben tener en cuenta los enormes retos emocionales a los que se enfrentan nuestros menores, que son realmente difíciles de gestionar: el acceso a la pornografía, a las drogas, a las apuestas online, al acoso…
-¿Falta apoyo psicológico en los colegios?
En España seguimos teniendo un cierto complejo cuando hablamos de ir a un psicólogo. Lo vemos como algo extraordinario. Sin embargo, la atención psicológica es muy importante no solo para los adultos, sino también para los menores. Por ello, los centros educativos deberían contar con personal externo que ayude a mejorar la educación de los alumnos en todos los ámbitos, ya sea enfermeros que enseñen higiene postural o aseo personal como, por supuesto, también psicólogos que ayuden a orientar a los menores en sus problemas. Esto es especialmente importante en la etapa de secundaria, donde los adolescentes se enfrentan hoy en día a grandes retos desde el punto de vista psicológico.
-¿Cree que se trabaja lo suficiente esa área en los colegios españoles?
Creo que no. Y, en ocasiones, creo que se trabaja mal, lo cual es casi peor que no trabajarla. Es cierto que en la actualidad hay muy buenas actividades y cuentos muy interesantes para educar en las emociones, pero no basta con leer un cuento o realizar una actividad. Para trabajar las fortalezas en los alumnos hay que implicarse emocionalmente, hay que bajar al barro, y no todos están ni preparados ni dispuestos a bajar a ese barro. En mi libro cuento experiencias con alumnos con problemáticas muy graves. Por eso, para trabajar la educación emocional o la educación de las fortalezas no basta con hacer un simple curso, sino que hay que tener un amplio conocimiento de cómo funciona el cerebro, sobre técnicas motivacionales, sobre los aspectos psicológicos de los menores y de los adolescentes, sobre modificación de conducta, etc.
-¿Qué le impactó más de ser testigo de tantos testimonios tan personales y únicos cuando elaboró su libro ‘La educación de las fortalezas’?
Lo que más me impacta de todas esas experiencias que he tenido a lo largo de mi carrera es lo vulnerables que somos los seres humanos. En apenas un segundo, un comentario puede destrozar toda la confianza que hemos acumulado durante años. Por eso es tan importante fortalecer el carácter con disciplina, seguridad, confianza, reconocimiento de nuestros defectos… solo eso nos permitirá conocernos verdaderamente a nosotros mismos y poder enfrentarnos al mundo. Todos los casos que cuento en el libro muestran esas debilidades y el modo en que deben ser tratadas para ayudar a los niños a salir de sus problemas.
-¿Se debe reforzar la formación emocional de los alumnos de forma externa o hay que apostar a que sea el propio centro quien nutra y eduque correctamente?
Hay muchos docentes que consideran que la educación emocional no debe estar dentro del currículo y que debe ser tratada en casa. Muchas de estas personas comentan que ellos han estudiado para enseñar lengua o física y no para atender emocionalmente a los alumnos. Obviamente, puedo entender esta postura. Sin embargo, yo sí creo que debe tratarse en los centros educativos, no quizá como asignatura, pero sí como parte fundamental de la acción tutorial, algo que se ha perdido. Pero para eso, como ya comenté, es fundamental una buena formación. En este libro muestro muchas de las estrategias que utilizo en el aula para atender a esa educación de las fortalezas ante diferentes problemáticas. Muchas veces nuestros alumnos, debido al modo de vida de la sociedad actual, no tienen la fortuna de contar en casa -por diferentes razones- con la atención emocional necesaria y nosotros, sus maestros y profesores, nos convertimos en muchas ocasiones en su única tabla de salvación.
19/11/2020
Temática: Educación - Medio: Fundación A3Media
¿Qué convierte a un centro educativo en una institución eficaz?

Toni García Arias es maestro de Educación Primaria en el CEIP Joaquín Carrión, en San Javier, Murcia, desde hace más de 20 años. A lo largo de su carrera profesional, Toni García ha dirigido diversos Proyectos de Innovación Educativa de gran éxito. Fue uno de nuestros expertos de la mesa de debate educativo de Grandes Profes.
Gracias a todo ello, ha recibido diferentes premios y distinciones, entre ellos, el Premio al Mejor Docente de España de Primaria de los Premios Educa 2018, la Mención de Honor en los Premios de Innovación Educativa de la CARM 2017 o la Mención Especial por su carrera profesional y cultural del Concello de Cabanas 2019.
Autor del libro ‘Cómo mejorar la calidad educativa del aula’, Fundación ATRESMEDIA charla con el docente sobre esta obra y las consecuencias de una correcta dirección en las escuelas.
-¿Qué convierte a una escuela en un centro educativo eficaz?
Para ser un centro educativo eficaz debemos plantearnos dos cuestiones principales. La primera es saber “dónde estamos”. Esto nos ayudará a saber de dónde partimos, a conocer nuestro entorno, nuestras fortalezas y nuestras debilidades. Gracias a esta valoración sabemos quiénes somos. La segunda cuestión que debemos plantearnos es “a dónde vamos”. Es decir; qué tipo de centro queremos ser: cuál es nuestra finalidad, qué metodologías se adaptan mejor a nuestros alumnos, qué currículo queremos que reciban, como introducimos las nuevas tecnologías, etc. Esto nos ayudará a saber qué queremos ser. Teniendo claro a dónde queremos llegar, qué queremos ser, es más fácil programar, organizar y gestionar un centro. Y, una vez que lo tengamos claro, es importante involucrar tanto a padres como a alumnos y profesores para que todos se sientan parte de un proyecto común.
-¿Qué peso tiene la motivación del profesorado en la correcta formación de los alumnos?
La motivación del profesorado es fundamental para la calidad de la educación. La mayoría de las veces hablamos de la motivación de los alumnos, que sin duda es importante, pero la motivación del profesorado tiene igual o más importancia. Un profesor motivado por la administración, por sus compañeros y por sus alumnos logra muchísimos mejores resultados que aquellos que se sienten abandonados o poco reconocidos. Hay que tener en cuenta que diariamente un docente se enfrenta a infinidad de problemas, muchos de los cuales van minando esa motivación. Sin embargo, si logramos tener un centro educativo dinámico, con un proyecto compartido por todos, con un buen ambiente pedagógico y personal, esa desmotivación se ve mermada y el docente recupera de inmediato su motivación.
-¿Cree que la dirección de los centros está en las manos correctas?
Para dirigir un centro educativo, hay que reunir muchas condiciones. Hay que convertirse en un líder pedagógico, saber tender puentes, asumir los errores, saber delegar, saber gestionar, estar a la última en metodologías, en noticias educativas, en investigaciones o saber integrar la los padres en la vida del centro entre otros muchos aspectos. En la actualidad, el acceso al cargo de director se ha endurecido, pero aun así parece insuficiente. Para acceder al puesto de director, debería exigirse mayor formación, publicación de artículos o libros, realización de investigaciones o proyectos de innovación, etc. Y, por supuesto, una vez elegido, debe contar con la autonomía suficiente para adoptar decisiones. Al final, un equipo directivo puede levantar un colegio o puede hundirlo.
-¿Qué perfil laboral de directivo se ajusta mejor para llevar un colegio con las mejores garantías?
El trabajo de un directivo de centro educativo es muy diferente al trabajo de aula. Por eso, debe tener una formación específica. Y unas cualidades y habilidades concretas. Gestionar los intereses profesionales y personales de 40 o 50 docentes es muy complejo, por eso un director debe saber aglutinar todos esos intereses para que todo el profesorado se sienta de algún modo respetado y representado. En ese sentido, tal como recojo en mi libro sobre las estrategias de liderazgo, un director debe ser dinámico, conciliador y debe establecer una estructura determinada para que la toma de decisiones sea la mejor posible.
-Si un centro se encuentra huérfano de liderazgo en sus más altas esferas, ¿deberían los docentes aportar ese liderazgo extra o sería extralimitarse de sus funciones?
En un centro educativo, todos sus miembros son importantes. Por eso, es fundamental que el Equipo Directivo sepa delegar responsabilidades. De esta manera, todos los miembros de la comunidad se sienten parte de un proyecto común, lo cual es la base para alcanzar el éxito de cualquier proyecto. Sin embargo, aunque los docentes pueden compensar de algún modo las carencias de liderazgo del equipo directivo, es cierto que no pueden sustituirlo completamente. El centro educativo es un organismo vivo. Si la cabeza no funciona, al final el resto de las partes del cuerpo dejarán de funcionar también.
-¿Qué aspecto de un centro educativo cree que marca más el éxito de los estudiantes en su formación académica?
Para el éxito académico de los estudiantes, lo más importante es ajustar el currículo a las características de quienes van a recibir ese currículo. Por eso, debemos partir de sus conocimientos iniciales, de sus carencias, de sus necesidades y, por supuesto, del entorno en el que se desarrolla su vida. En muchas ocasiones, el currículo que ofrecemos a nuestros alumnos no tiene una conexión real con ellos, lo que hace que no se sientan motivados. En este sentido, es fundamental que todos los docentes, a través de diferentes reuniones, y teniendo en cuenta las características que he comentado, decidan qué contenidos, que competencias, qué habilidades deben trabajar con mayor profundidad y cuáles no tanto.
-¿Cómo se adapta un colegio a los nuevos tiempos de forma natural y eficaz?
La escuela siempre va a remolque de la sociedad. Es normal. La sociedad evoluciona muy rápido y a la escuela le cuesta asumir esos cambios. Sin embargo, podemos hacer lago para que esa brecha no sea tan grande. Nuestro currículo está muy lejos de estar actualizado. Es un currículo nacido en el siglo XX y lo estamos llevando a las aulas para alumnos del siglo XXI. Hay muchos contenidos que han quedado obsoletos y deberían desaparecer y otros que hay que incorporar. Por eso, el centro educativo debe dedicar sesiones a debatir sobre su finalidad, sus objetivos, ajustar el currículo, establecer un modelo organizativo de centro y de aula y adoptar un modelo metodológico común con el fin de educar a sus alumnos en esos nuevos tiempos.
¿Afecta negativamente el constante cambio de legislación educativa en la planificación de un centro?
Los continuos cambios de ley educativa desmotivan al profesorado. Con cada cambio de ley, los docentes tienen que ajustar sus programaciones a una nueva normativa que, por lo general, no hace otra cosa que empeorar la calidad que reciben los alumnos. Por eso, entre el profesorado y la ley hay un distanciamiento absoluto. Los docentes no se sienten representados por una ley que siempre está elaborada sin su participación. La continuidad de una ley es fundamental para garantizar la calidad educativa que reciben los alumnos. Por eso, es fundamental que todos los partidos políticos lleguen a un acuerdo para crear una ley educativa duradera y que esa ley cuente con la participación de docentes de infantil, primaria, secundaria y bachiller. De lo contrario, ninguna ley servirá de nada.
23/09/2020
Temática: Cultura, sociedad y educación - Medio: Viceversa Magazine
España: el País del individualismo

Reconozco que muchas veces no entiendo a mi país. En realidad, casi nunca. España es un país pobre que juega a ser rico. Pero no lo somos. España es un país que siempre está por debajo de la media europea en la mayoría de los índices económicos y muy alejado de los países realmente punteros. Aplaudimos las ayudas económicas europeas como si eso fuese un éxito. Sin embargo, el éxito no es recibir ayudas; el éxito es darlas. Eso ya debería hacernos reflexionar. Pero somos poco dados a la reflexión. Los gobiernos y los medios de comunicación todos los años nos venden que nuestra economía es de las más potentes del mundo, de las que más van a crecer, pero, al final, los sueldos medios españoles son de los más bajos de Europa y, aunque se genere riqueza, esta nunca llega a los trabajadores. Pero eso, a los españoles, nos da igual. Tenemos playa y cerveza: ¿para qué queremos más?
Desde hace 20 años que escribo artículos, por desgracia, siempre tengo que repetir lo mismo sobre la economía española. Los datos no han cambiado significativamente desde entonces. No cambian ni los sueldos ni el crecimiento. No cambian los maravillosos titulares sobre lo magnífica que es nuestra economía. Pero, al final, un alemán puede venirse a Mallorca durante un mes de vacaciones viviendo a cuerpo de rey y a un español le cuesta el sueldo completo de un mes estar cinco días de hotel en Berlín comiendo salchichas en la calle. Esa es la realidad. Ahora, además, la crisis provocada por el COVID puede terminar con la poca bonanza económica que teníamos. Toda la esperanza sobre el rebrote económico de este año estaba puesta en el inicio de la temporada turística. Pero ni siquiera hemos sido capaces de garantizarla. Producto de los nuevos rebrotes que no hemos sabido controlar, el verano terminó por diluirse y los países europeos nos pusieron en su lista negra de descontrol sanitario. Como consecuencia, los indicadores de alta frecuencia de estas últimas semanas muestran que España tiene una recuperación mucho más leve de la que se esperaba. Diversos organismos económicos señalan que, si bien nuestro país ya estaba a la cola de Europa antes del verano en previsión económica, con los últimos datos se queda ya absolutamente descolgada. El Banco de España y Funcas prevén que la contracción del PIB podría superar este año el 12,5% del PIB como consecuencia del escaso ritmo de recuperación registrado en las dos últimas semanas. De este modo, España se sitúa, junto con Latinoamérica, como la región en la que más están empeorando las previsiones de crecimiento. Curiosamente, esos mismos datos indican que las previsiones para el resto de Europa y los principales países desarrollados han mejorado levemente.
A pesar de todo ello, los españoles somos felices. Criticamos al gobierno nacional de falta de previsión ante la pandemia y de hundir la economía con el confinamiento, pero a la hora del regreso a la calle, decenas de miles de ciudadanos incumplen a diario las medidas sanitarias, colaborando a que el virus se extienda y provocando así nuevos confinamientos por zonas. Llegados a este punto, habría que preguntarse quién está hundiendo la economía ahora.
Al final, toda esta situación de pobreza continuada de nuestro país tiene un nombre: la falta de conciencia social. España es uno de los países más individualistas del planeta, donde cada uno mira única y exclusivamente por sus intereses. Los españoles no nos movilizamos para pedir mejoras así nos maten, mucho menos si esas mejoras son para beneficio de otros sectores. Solo nos quejamos en el bar, pero nunca en la calle o en la empresa. Solo sabemos pedirle al estado. Asumimos la corrupción política con una facilidad pasmosa, e incluso valoramos a todos aquellos que pegan el petardazo sin haber dado palo al agua. A todos esos los llevamos a los realities como ejemplos de éxito. Somos indisciplinados e individualistas, por eso todo nos importa muy poco si al llegar a fin de mes podemos tener una cerveza en la mano. Y, al final, cuando uno comprueba la lista de países que salen siempre antes de todas las crisis, se da cuenta de que quien lo ha conseguido no es un gobierno u otro, sino la conciencia comunitaria de todos sus ciudadanos.
23/09/2020
Temática: Educación - Medio: Magisnet
Las grandes miserias de la Educación en España

La crisis provocada por el coronavirus ha puesto al descubierto muchos de los problemas de nuestro sistema educativo que llevaban guardados bajo la alfombra desde hace años.
Estos problemas lastran la calidad educativa que reciben nuestros alumnos. Sin embargo, año tras año permanecen ahí, constantes, y se repiten sin que nadie se atreva a ponerles una solución. Entre los principales problemas que sufre nuestro sistema educativo se encuentran los siguientes.
EL CURRÍCULO
El currículo español es antiguo y denso. Está diseñado en la época de los años 70 y no se ha adaptado a las nuevas necesidades de los alumnos. Sigue anclado en el siglo XX, cuando muchos de nuestros alumnos vivirán en el siglo XXII. Un currículo debe procurar, en la medida de lo posible, contemplar los conocimientos y habilidades que los alumnos de hoy deben tener adquiridos para cuando sean ciudadanos activos y accedan a su vida adulta y al mercado laboral (sí; ya sé que cada vez que se nombra el “mercado laboral” relacionado con la escuela, a algunos les sale urticaria, pero –a menos que nuestros alumnos sean ricos–, tendrán que trabajar, y una de nuestras funciones como docentes es dotarlos de las mejores competencias para ello. Esto, sin embargo, no quiere decir que nos olvidemos de las habilidades artísticas o emocionales).
Por otro lado, gracias al confinamiento, se ha certificado algo que ya muchos llevamos criticando desde hace décadas: el currículo español tiene un exceso de contenidos, muchos de los cuales son absolutamente prescindibles –además de pésimamente organizados por edades–, lo cual hace que los maestros, para terminar sus programaciones, deban superficializar miles de contenidos en lugar de profundizar en diez.
LA ASISTENCIALIDAD
Los colegios tienen una función asistencial, es evidente, pero no es la función prioritaria. Sin embargo, para algunos padres y para el Estado, parece que sí. Por eso, en el inicio de este curso escolar, las consejerías y el Ministerio insistieron cabezonamente en abrir los centros educativos fuese como fuese, para que los padres pudieran trabajar y la economía no se parase. Más allá de los colegios, sin embargo, no se ha realizado ninguna otra medida para conciliar la vida familiar y laboral por parte de la Administración ni por parte de las empresas. Esto, sin duda, nos aleja de los países europeos más avanzados en Educación, donde no mezclan ambas cosas. Al contrario; la sociedad española reclama una mayor apertura de los centros educativos para conciliar dicha vida laboral, en lugar de reclamar a sus empresas o a sus ayuntamientos.
LA FALTA DE RECURSOS
Como consecuencia de lo anterior, los colegios españoles –por lo general– son feos y raquíticos. Estéticamente, no da gusto entrar a trabajar. Mucho menos, a estudiar. Sin embargo, parece que este aspecto no preocupa en exceso ni a las autoridades ni a las familias. Existen infinidad de estudios que demuestran que la estética influye en la actitud de los trabajadores y su rendimiento. No hace falta ser un genio para imaginar que en un centro educativo sucede lo mismo. Además de la estética, los espacios también son fundamentales. Por lo general, los centros educativos no disponen de bellos salones de actos, ni de aulas de Música repletas de instrumentos, ni de pabellones con infinidad de material, ni de aulas de Ciencias Naturales donde experimentar, ni de nada más allá que de sillas y mesas. Sin todo ello, la calidad educativa se queda evidentemente muy mermada. Es cierto que los centros educativos de nueva construcción son más bonitos visualmente e intentan disponer de dichos espacios, pero a los tres días se quedan pequeños y en menos de dos años la mitad de esos espacios tienen que destinarse a aulas.
LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
Hace unos años, mientras paseaba por un centro comercial, escuché a una madre hablando con otra a la que le decía que los libros del colegio eran carísimos. Como el tema me interesaba, me hice el remolón a ver a dónde conducía aquella conversación. Después de quejarse de lo caro que era tener un hijo, comenzaron a hablar de sus últimos tatuajes. Mientras le enseñaba un tatuaje situado en la pierna, esta madre le comentaba a su interlocutora que aquel era su noveno tatuaje, y que le había costado 95 euros. Echando cuentas, aquella mujer llevaba en el cuerpo cerca de mil euros. Sin embargo, los libros le parecían caros. Dios me libre de decir que no es importante sentirse bien con uno mismo y tatuarse todo lo que uno quiera y donde quiera (uno de mis mejores amigos es tatuador), pero sí puedo afirmar que todo es cuestión de prioridades. A mí un tatuaje de 95 euros me parece caro mientras que un libro de 25 me parece barato. Con la tecnología pasa algo semejante: hay padres que no quieren comprar ordenadores ni tabletas para el trabajo telemático de sus hijos –ya sea por confinamiento o porque el centro lo pide al ser un centro digital–, pero que, en cambio, tienen la Wii, la Play, la PSP, la Nintendo, veinte mil videojuegos y cuatro smartphones de última generación. No digo con ello que no existan personas con dificultades para adquirir dichos materiales, pero ni son todos los que están ni están todos los que son.
LA FORMACIÓN DIGITAL
Coincidiendo con el punto anterior, uno de los graves problemas de España en cuanto a las nuevas tecnologías –como demuestran diversos informes– no es tanto la imposibilidad de acceso como el desconocimiento de uso. España sigue realizando en papel infinidad de trámites que deberían realizarse ya de manera telemática. Sin embargo, muchos ciudadanos españoles se pierden en ese mundo. Más de la mitad de los trabajadores reconoce no saber enviar un correo electrónico ni usar las nuevas tecnologías más allá de hacerse un TikTok o publicar un tuit.
Del mismo modo, los centros educativos no están dando una buena Educación digital a sus alumnos, ya que, en muchos casos, se utilizan las nuevas tecnologías solo como medio de ocio, pero no de creación. Las nuevas tecnologías deben introducirse en las aulas no solo para que los alumnos disfruten con juegos en línea, sino también para que aprender a utilizar las herramientas básicas de edición de textos e imágenes. Asimismo, la formación digital del profesorado (y también el resto de su formación después de la carrera) es muy abundante, pero no precisamente de buena calidad.
LA AUTONOMÍA DEL ALUMNADO
La Educación Infantil, Primaria y Secundaria debe ser eminentemente presencial. Hay aspectos del aprendizaje infantil que solo se pueden aprender en compañía de otros. Sin embargo, también es cierto que una de las metas de la Educación es fomentar el gusto por el aprendizaje a lo largo de la vida. Y, en este sentido, la Educación telemática es una vía importantísima. Como es lógico, para ello, la persona tiene que ser autónoma y saber gestionar su tiempo. Y eso, a ciertas edades, es imposible. Sin embargo, es cierto que en la actualidad existen infinidad de plataformas para trabajar colaborativamente en línea y que ayudan a la gestión y organización de la tarea y del tiempo para los alumnos que no se están utilizando y que son muy necesarias para fomentar ese autoaprendizaje a lo largo de la vida. Muy posiblemente, la autonomía de los alumnos es una de las asignaturas pendientes de nuestro sistema educativo, que mima a los alumnos en exceso eliminado las dificultades que fomentan precisamente el desarrollo del esfuerzo y de la autonomía.
LAS RATIOS
Según diversos estudios, la ratio alumnos/aula en España están situadas en la media europea. Si bien es cierto que en la zona sur de España las aulas suelen estar más masificadas, en la zona norte hay menos concentración del alumnado. Esto hace que la media baje. Sin embargo, más que el número de alumnos (25 por aula son asumibles en Primaria) el problema es la diversidad del alumnado y su nivel curricular. En la actualidad, en un aula de 25 alumnos puedes encontrarte con 5 o 6 niveles curriculares diferentes, entre ellos, alumnos con necesidades educativas especiales o alumnos con desconocimiento del idioma. Con aulas con esas características, es imposible garantizar la individualización del aprendizaje, para lo cual no queda otra solución que bajar las ratios para que sean manejables.
LA FORMACIÓN PROFESIONAL
Muchas veces, cuando vas a una tienda de electrodomésticos o a una tienda de ropa, por poner un ejemplo, la persona que te atiende no tiene ni la más mínima idea de la diferencia entre una aspiradora y otra más allá de la etiqueta, ni la diferencia entre el algodón y el poliéster más allá de que el uno encoje y el otro no. Esto no sucede en otros países europeos. En los países del norte de Europa, cada empleo requiere su formación. Y, para ello, existe un sistema educativo con infinidad de ciclos y módulos de Formación Profesional especializados.
España, por el contrario, es un país sobrecualificado. Existen demasiados titulados universitarios y demasiados estudiantes de Formación Profesional que, una vez que comienzan a trabajar, lo hacen en puestos de trabajo de inferior categoría. Nuestro mercado laboral abusa de sus estudiantes, ya que muchas veces, en lugar de contratar –por ejemplo– a un titulado en Hostelería, se contrata a un ingeniero por la mitad de precio, infravalorando al ingeniero y al restaurador. Y así, con infinidad de profesiones. En este sentido, debe regularse este mercado y este abuso, obligando a las empresas a contratar a personas que tengan la titulación pertinente. Además, el Estado debe ampliar la oferta de ciclos de nuestra Formación Profesional, que es, sin duda, la gran esperanza del sistema educativo superior más allá de la universidad.
21/05/2020
Temática: Educación - Medio: Magisnet
Carta de un niño de 3 años a los adultos

Últimamente está muy de moda publicar a través de los medios de comunicación y de las redes sociales presuntas cartas de alumnos que critican el sistema educativo. Aunque a priori pudiéramos pensar lo contrario, la realidad es que este tipo de falsedades tiene mucho éxito entre los críticos de la escuela pública, maestros incluidos. Sin embargo, para ser honestos, hay que decir que los textos son de tal calidad que, si es cierto que los han redactado alumnos –con esa perfección gramatical, esa ausencia de faltas de ortografía, esa fluidez de términos, esa coherencia, esa capacidad crítica– nuestro sistema educativo es una pasada. Como no podía ser de otro modo, todos esos textos se basan en la idea cada vez más creciente de que hay que cambiar la escuela. Así. A lo bruto. Sin reflexionar. Cambiar la escuela. Sin más. En fin.
Sea como fuere, como yo también creo que hay que cambiar la escuela, quiero aportar mi granito de arena, así que me he animado a escribir una carta fingiendo también que soy un niño. En este caso, un niño de 3 años. Esta es la carta.
Queridos adultos:
Dejad de decir que hay que cambiar la escuela para trasformar el mundo: lo que tenéis que hacer es transformar vosotros el mundo para que así nosotros podamos tener una mejor escuela. No esperéis a que seamos nosotros los responsables de cambiar un mundo que vosotros estáis destrozando. No carguéis sobre nosotros una responsabilidad que es vuestra. No seáis tan irresponsables. No seáis tan hipócritas.
Nos decís que debemos eliminar la competitividad de la escuela, pero vuestra vida está llena de competencia, de envidia, de prejuicios, de enchufismos, de amiguismos, de pisotear al más débil, de machacar al que se esfuerza y tiene éxito, de reírse del diferente. Sois vosotros los que juzgáis por el poder económico, por el aspecto físico. Nosotros, los niños de 3 años, no diferenciamos entre un blanco y un negro, entre un rico y un pobre, entre un interesado y un amigo. Nosotros jugamos y nos divertimos, y sabemos ganar y perder sin quemar contenedores a la salida de un partido de fútbol.
Nos decís que cuidemos el planeta, pero sois vosotros los que estáis exterminando a los animales que ya solo podremos conocer por fotos, los que los maltratáis para vuestro ocio, los que abandonáis a vuestras mascotas como si fuesen un trapo en mitad de la carretera. Sois vosotros los que tiráis las colillas en los parques, los que dejáis las litronas en las calles, los que taláis el Amazonas, los que contamináis nuestro aire, nuestros ríos y nuestros mares.
Nos decís que no tomemos drogas, pero sois vosotros los que las vendéis en las proximidades de los institutos, los que ponéis una casa de apuestas a diez metros de un centro educativo, los que fomentáis la ingesta de alcohol como un medio de ocio.
Nos decís que nos alimentemos de manera saludable, pero sois vosotros los que nos lleváis a comer a lugares de comida basura, los que llenáis los alimentos de productos cancerígenos, los que hacéis una explotación brutal e insana de animales, vegetales, frutas y verduras, los que fomentáis que nos quedemos en casa jugando toda la tarde a videojuegos.
Nos decís que tengamos valores, que seamos humanos, pero sois vosotros los que vivís todo el día en los móviles, los que buscáis vuestra identidad a través de la moda. Nosotros aprendemos del ejemplo que vosotros nos dais día a día; al cruzar un semáforo en rojo, al aparcar cinco “minutitos” en zona de personas con movilidad reducida, al colaros en la fila del supermercado, al emborracharos en las fiestas patronales, al no decir “buenos días”, al no pedir perdón, al pegar al árbitro en un partido de niños, al valorar a los futbolistas por encima de los sanitarios que os han salvado de la enfermedad y de los maestros que os han salvado de la ignorancia. No nos eduquéis para un mundo maravilloso sin violencia, sin intereses económicos, sin contaminación, sin competitividad, sin abusos … un mundo que no existe porque vosotros lo habéis creado así.
Queridos adultos: dejad de decir que hay que cambiar la escuela para trasformar el mundo. Cambiad el mundo vosotros para transformar la escuela. Dejad de hablar en medios de comunicación con palabras que no nos alimentan y que lo único que hacen es engordar vuestra cuenta corriente. Haced vosotros ese mundo maravilloso que nosotros merecemos. No tengáis la desvergüenza de decir que la esperanza del mundo está en niños como yo, que solo tenemos 3 años, mientras vosotros, los adultos, estáis cómodamente sentados en casa sin hacer nada. No esperéis 20 años a que yo cumpla 23 para que pueda empezar a cambiar el mundo. Empezad vosotros. Y empezad ahora. Es responsabilidad vuestra.
30/03/2020
Temática: Educación - Medio: Magisnet
Lo que nos ha enseñado el coronavirus

Con el cierre de los colegios debido al coronavirus, muchos son ya los que se están preguntando qué va a suceder con el curso escolar. Decenas de -presuntos- expertos aparecen entrevistados en periódicos, radios y televisiones afirmando que si hay que alargar el final del curso o que si hay que adelantar una hora cada día para recuperar lo perdido. Al parecer, no han aprendido nada de toda esta crisis.
No han aprendido, por ejemplo, que la vida es un continuo aprendizaje. No hay prisa: lo que no se aprenda el 18 de marzo de 2020 se puede aprender el 18 de marzo de 2021. Lo importante es llegar vivos a esa fecha. Esto quiere decir, además, que uno puede aprender a sumar con 80 años, pero a ser buena persona, no. A ser buena persona se aprende desde que uno es pequeño. Por eso son tan importantes los valores. Y, por esa misma razón, hay que encontrar un hueco en el sistema educativo para la ética y la filosofía. Un hueco grande. También en Educación Primaria. Y hay que hacerlo de manera equilibrada, porque la educación se ha vuelto absolutamente estresante. Y el estrés perjudica el aprendizaje. La culpa de este estrés que está asfixiando la educación la tienen la burocracia y el exceso de contenidos.
El exceso de contenidos obliga a la superficialidad y, en educación, es mejor profundizar en dos contenidos que “superficializar” cientos. En cuanto a la burocracia, solo decir que se nos ha ido de las manos. Ya no dominamos nosotros la burocracia: la hemos alimentado de una manera tan salvaje que ahora es ella la que nos domina a nosotros. A veces da la sensación de que, en el sistema educativo actual, es más importante justificar burocráticamente el cómo del papel que el qué del aula.
Esta situación de emergencia que estamos sufriendo también nos ha enseñado que el profesorado es generoso. Y con una enorme capacidad de reacción. Los docentes han sido capaces en tan solo 24 horas de cambiar el modo de enseñanza para que todos sus alumnos, en la medida de lo posible, pudieran continuar con la programación en sus casas. A veces, incluso con un exceso de celo y con más recursos de los necesarios, pero la intención era que los alumnos tuviesen material suficiente. Y eso lo consiguieron. Lo consiguieron los maestros y los profesores; no el ministerio, no las consejerías, no los gurús, no los youtuberos; lo hicieron los maestros y profesores que están a pie de aula. Y lo hicieron compartiendo por redes de manera altruista miles y miles de recursos. Aun así, la sociedad española sigue sin valorar a sus maestros. Mucha gente piensa que están de vacaciones. Nunca seremos Alemania ni Noruega por culpa de esa mentalidad. Nunca llegaremos a su grado de civismo. Ni a su poder económico.
La ignorancia y los ignorantes son un lastre para cualquier sociedad. Cultural, social y económicamente. Por eso es tan importante la educación. La falta de respeto a los maestros es tan evidente que la mayoría de los medios de comunicación llaman a profesores universitarios para hablar de Educación Primaria, pero no llaman a maestros de Educación Primaria para hablar de la Educación Universitaria. Tratan a los maestros como profesionales de segunda. Por eso, cuando alguien quiera echarle la culpa del desastre de los resultados de nuestros alumnos a alguien, que no mire a los maestros: que mire a los que tienen responsabilidad en hacer leyes y más leyes que no cuentan con la participación de los maestros. Si los maestros tuviesen voz, tal vez las cosas serían muy diferentes.
También nos ha enseñado el coronavirus que se puede vivir con mucho menos. Con muchísimo menos. Por eso hay que saber priorizar. Lo urgente es trabajar. Lo importante es la salud. Y la familia. Y los amigos. El tiempo que se pasa con los hijos y con los padres es tiempo ganado. Hay que aprovechar esta cuarentena para disfrutar de lo que casi nunca podemos. Un día no podremos hacerlo y ya no habrá vuelta atrás. Un beso o un abrazo que no se da, nunca regresa. Y ninguna red social, ninguna plataforma, ninguna web puede sustituir un abrazo. Tampoco en educación.
Las clases por YouTube o por televisión están muy bien, pero está mejor mirar a los ojos, dar una palmada en la espalda, la convivencia en la diversidad, las conversaciones en confidencia, los abrazos a la salida y a la entrada, la explicación individualizada, el olor a plastilina, las relaciones en el recreo, la resolución de dudas al instante, las tareas cooperativas y colaborativas, algo que jamás podrá ofrecer ninguna plataforma virtual, porque la educación -no nos olvidemos- no se hace de wifi a wifi, sino de mente a mente y de corazón a corazón.
El coronavirus también nos ha enseñado a que es un buen momento para reflexionar sobre nosotros, los humanos. Para que una sociedad funcione, todos somos necesarios. De repente, profesionales olvidados como los trasportistas, cajeros, reponedores, gasolineros, limpiadores o sanitarios se hicieron imprescindibles. No podemos menospreciar a nadie porque, a lo mejor, algún día nuestra vida depende de ellos. Pero, además, debemos reflexionar seriamente sobre nuestra actuación en el mundo: el planeta estaría mejor sin nosotros. El coronavirus es a los humanos lo que los humanos somos al planeta. Gracias al encerramiento, hemos visto cómo el planeta ha bajado drásticamente la contaminación del aire y de los mares. Los animales regresaron al hábitat que les hemos robado.
Debemos establecer otro tipo de relación con el ecosistema y con las demás especies. El planeta no nos pertenece. Cada segundo se mata en el mundo para comer aproximadamente 3.000 animales. Adultos y crías. Cada segundo. Unos 300 millones al día. A esto hay que añadirle más de 140 millones de toneladas de peces. A nuestro regreso a las calles, deberíamos contemplar más el cielo, respirar más profundamente, mirar más a los ojos, abrazar con más fuerza, besar con más pasión y amar, cuidar y respetar todo lo que nos rodea. De no ser así, la naturaleza, de un modo u otro, terminará por vengarse de nosotros. Y estará en su derecho. A ver si esta lección, la aprendemos.
07/02/2020
Temática: Educación - Medio: Viceversa Magazine
Pin parental: el fracaso de la educación de los padres

Hace pocos días se aprobó en la Región de Murcia el controvertido Pin parental. De una manera resumida, podemos decir que el Pin o veto parental no es otra cosa que la necesidad de una autorización por parte de los padres para que sus hijos puedan acudir a una determinada charla en el colegio. Después de aprobarse este veto por parte del PP, Ciudadanos y Vox, todos los medios de comunicación comenzaron a abordar el tema -casi siempre sin la presencia de docentes- confrontando si dicho Pin era un derecho que los padres deberían tener o no, olvidándose de los más importante: cómo se ha llegado a esta situación. Vayamos por partes.
En el mes de septiembre del 2019, un periódico recogía la noticia de que un colegio de Granada estrenaba una asignatura sobre protección animal. Enseguida, muchas personas aplaudieron esta iniciativa. Pero ¿cómo se puede aplaudir que se introduzca una asignatura como esta en el colegio? ¿Acaso el colegio no está para impartir conocimientos sobre Legua, Matemáticas, Ciencias, etc.? ¿Por qué una asignatura sobre protección animal? ¿Por qué realizar charlas en el centro educativo sobre educación vial, ciberacoso, alimentación responsable, uso responsable de redes sociales, educación emocional o educación sexual reduciendo horas a Lengua, Matemáticas o Ciencias? Pues, curiosamente, no porque sea una iniciativa de los docentes sino porque es una reclamación de la sociedad. ¿Y cuál es la causa de que la sociedad reclame que se den este tipo de contenidos en el aula? Pues porque los padres cada vez delegan más este tipo de educación en la escuela. Veamos algunos ejemplos.
¿Por qué educar en una alimentación saludable? Pues porque España tiene uno de los índices de obesidad infantil más alto de toda Europa. ¿Por qué dar educación sexual en la Educación Secundaria? Pues porque en España, después de muchísimos años, se han vuelto a dar casos de sífilis y gonorrea en adolescentes y las prácticas sexuales en esa edad están cada vez más influenciadas por su adicción a la pornografía. ¿Por qué educar en el respeto? Pues porque el aumento del acoso escolar y de las agresiones de adolescentes a los padres se ha disparado en la última década. ¿Por qué educar en la igualdad? Pues porque, a pesar de los avances, las mujeres siguen estando asociadas a las tareas de la casa y sus sueldos por realizar el mismo trabajo son muy inferiores a los sueldos de los hombres. ¿Por qué dar contenidos de protección animal en el aula? Pues porque en España se abandonan 140.000 perros y gatos anualmente y cientos de cazadores cuelgan o asesinan cruelmente a sus perros tras la temporada de caza, siendo nuestro país líder mundial en abandono animal. Y así, hasta el infinito. Así que, bien visto, la existencia de charlas en los colegios no es ni más ni menos que el producto del fracaso de los padres en ese tipo de educación que ha generado una sociedad cuyos datos están muy lejos de situarnos como un país desarrollado.
Por otro lado, se preguntan algunos padres qué tiene de malo que sean ellos los que decidan las charlas que reciban sus hijos. Lógicamente, si esas charlas se ajustan a los contenidos y valores propios del currículum, la prohibición de que un menor acuda a una de esas charlas es un insulto a la profesionalidad del docente -que es quien ha seleccionado la charla- y una desconfianza hacia la escuela. Pero, además, cuando un padre se niega a que su hijo reciba formación sobre ciberacoso, igualdad de sexos, uso de redes sociales, bienestar animal, reciclaje, integración, cuidado del medio ambiente, enfermedades de transmisión sexual, alimentación saludable, etc., está vulnerando claramente el derecho a la educación de su hijo. Y es que no podemos olvidarnos que por encima del derecho de un padre a decidir la educación para sus hijos está el derecho del niño a recibir una adecuada educación, porque muchas veces esta formación viene a compensar la deficiente educación o el mal ejemplo que ciertos padres les están trasmitiendo a sus hijos; padres machistas, homófobos, sexistas, que se drogan, que maltratan a los animales o que solo les dan bollería industrial y comida rápida a sus hijos.
A lo largo de mi carrera me he encontrado con padres que no querían que sus hijos hiciesen educación física por cuestiones religiosas, a padres que me dijeron que no apuntaban a su hija a ninguna actividad en la que pudiese disfrutar porque iba en contra de su dios, a padres que no querían que sus hijos fuesen a un concierto de rock en la escuela porque el rock era peligroso (no como el reggaetón, que la escuchan casi la totalidad de los niños matriculados en España y es casi música de iglesia), a padres que no querían que sus hijos fuesen a natación porque se les había muerto un hermano ahogado (que, aunque lo comprendo, el padre también debe comprender que su hijo no tiene por qué pagar las malas experiencias de su familia), a padres que no querían que les diese clase un profesor porque era “amanerado”, a padres que no querían que a su hijo le diese clase una mujer, a padres que no querían que su hijo se sentase al lado de un niño de color, etc., etc., etc. Obviamente, la escuela -que busca la formación integral del individuo- no puede permitir que cada padre elija de manera arbitraria la educación de su hijo.
Por último, cabe decir que todo lo que está rodeando al tema del Pin Parental no tiene una intencionalidad educativa, sino una intencionalidad política. Esto lo demuestra el hecho de que, de los 265.000 alumnos de la Región, no existe ni una sola denuncia por contenido inadecuado en ninguna charla, lo cual demuestra que se trata de un debate innecesario. Sin embargo, algunos, los más dados a no contrastar informaciones, han comprado este producto de la extrema derecha española haciendo un daño irreparable a la escuela, que cada vez está más cansada de la intromisión política y de la negligencia de los padres: dos males que es importante solventar si queremos realmente que la escuela sea la promotora del cambio de una sociedad española que cada vez parece más cateta y más casposa.
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